viernes, 14 de noviembre de 2014

Palabras sin sentido

En realidad no es que disfrute escribiendo. Lo que disfruto es escuchar el sonido que hacen la teclas cuando las golpeo. Cuando escribo rápido en el teclado me convierto en una niña de nuevo, una niña que juega a escribir cosas importantes cuando en realidad no escribe nada, sólo finge hacerlo porque en realidad no sabe cómo. Lo que hace esa niña es imitar a las secretarias y a las personas que lucen importantes, que lucen ocupadas, más que ocupadas preocupadas. La niña los imita y escribe letras sin orden o sentido, ella cree que se divierten y que por eso lo hacen tan rápido, ella piensa que incluso compiten entre varios cubículos para ver quién lo hace más rápido, ella piensa que los trabajadores no hablan entre ellos porque están concentrados en su propio juego. Lo que no sospecha en lo más mínimo es que ellos, en realidad, no juegan. Sí compiten, pero no juegan, por lo tanto no se divierten, ellos escriben rápido porque se les acaba el tiempo, el tiempo que les queda para disfrutar la vida. Viven frenéticos, paranoicos, hipnotizados por esa pantalla de cristal. Lo hacen porque están ahorrando dinero, el dinero suficiente para poder disfrutar. Lo que ellos tampoco sospechan, es que la niña ya es feliz escribiendo palabras que no tienen sentido, que ni siquiera existen.

¿Ellos no estarán equivocados? No será que en realidad son ellos los que escriben palabras que no tienen sentido, que ni siquiera existen.

Si es así, por simple lógica, la niña sabe perfectamente lo que escribe, lo que pasa es que sólo ella lo entiende. Esas palabras tienen sentido para ella, más sentido que el que tiene para ellos escribir frenéticamente.

Así que por eso escribo, porque la niña que aun vive en mí, disfruta escribir palabras sin sentido, porque el sentido de esas palabras es disfrutar escribiéndolas.

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