viernes, 14 de noviembre de 2014

Palabras sin sentido

En realidad no es que disfrute escribiendo. Lo que disfruto es escuchar el sonido que hacen la teclas cuando las golpeo. Cuando escribo rápido en el teclado me convierto en una niña de nuevo, una niña que juega a escribir cosas importantes cuando en realidad no escribe nada, sólo finge hacerlo porque en realidad no sabe cómo. Lo que hace esa niña es imitar a las secretarias y a las personas que lucen importantes, que lucen ocupadas, más que ocupadas preocupadas. La niña los imita y escribe letras sin orden o sentido, ella cree que se divierten y que por eso lo hacen tan rápido, ella piensa que incluso compiten entre varios cubículos para ver quién lo hace más rápido, ella piensa que los trabajadores no hablan entre ellos porque están concentrados en su propio juego. Lo que no sospecha en lo más mínimo es que ellos, en realidad, no juegan. Sí compiten, pero no juegan, por lo tanto no se divierten, ellos escriben rápido porque se les acaba el tiempo, el tiempo que les queda para disfrutar la vida. Viven frenéticos, paranoicos, hipnotizados por esa pantalla de cristal. Lo hacen porque están ahorrando dinero, el dinero suficiente para poder disfrutar. Lo que ellos tampoco sospechan, es que la niña ya es feliz escribiendo palabras que no tienen sentido, que ni siquiera existen.

¿Ellos no estarán equivocados? No será que en realidad son ellos los que escriben palabras que no tienen sentido, que ni siquiera existen.

Si es así, por simple lógica, la niña sabe perfectamente lo que escribe, lo que pasa es que sólo ella lo entiende. Esas palabras tienen sentido para ella, más sentido que el que tiene para ellos escribir frenéticamente.

Así que por eso escribo, porque la niña que aun vive en mí, disfruta escribir palabras sin sentido, porque el sentido de esas palabras es disfrutar escribiéndolas.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Hasta pronto

Me dices que ya te vas, y yo me quedo callada.
¿Qué se supone que debo decirte?
¿Quieres que te diga que te detengas?
¿Quieres que te cuente que si te marchas
te vas con más de lo que traías cuando llegaste?
¿Quieres saber qué es lo que te llevas?
¿Quieres que admita que te llevas mis ilusiones, mis anhelos y mi más grande sueño?
¿Quieres que hable de mi esperanza muerta con tu partida?
¿Quieres que abra mi corazón y que te diga la verdad?

Pero eso no la haré,
no lo haré porque tengo miedo,
no lo haré porque no quiero mirarte a los ojos mientras te lo digo
no lo haré porque temo tu reacción de desprecio.

Pero sobre todo, no te diré nada de esto porque
si tu quieres irte, debes hacerlo, ese es tu sueño
y yo no haré nada para retenerte en el mío.

Así que mi respuesta sincera es:
Te deseo que te vaya bien.

Si algún día te volviera a ver
espero que nuestro encuentro
ya no sea pasajero.

Deseo que la próxima vez
tenga las agallas de admitir
que tal vez me enamoré de ti.

martes, 8 de abril de 2014

El cauce del río

Poco a poco voy desenmarañando el significado de la palabra destino. Hay mucho que decir al respecto. Pero hoy me iluminado.

Hay una pregunta constante en mi vida, ¿yo escogí esta vida o fue una serie de acontecimientos encadenados entre sí que me llevaron a tomar mis decisiones? Siendo así entonces no serían decisiones, sino simples accidentes o circunstancias. Eso significaría que no somos libres, que sólo vivimos inmersos siguiendo la corriente de un río, de un río que va fluyendo por primera vez pero que ya tiene el camino marcado.

Hoy descubrí que no es así, hay una verdad y es que el destino de cualquier río tarde o temprano se une al mar, o a un cuerpo de agua más grande. Significa que todos tenemos un destino común: la muerte. Pero hay algo que escogemos, somos un río que va fijando su propio cauce, somos un río que excavando en la tierra para definir su curso, a veces podemos dejarnos llevar y continuar sin rumbo, y otra veces escogemos la ruta, y otras veces no podemos transitar por el camino que escogimos porque un tronco se interpone en el camino. Pero tenemos voluntad, podemos elegir por donde ir, no podemos elegir cuando llegar, pero podemos elegir por donde seguir.

Hoy tome una decisión, pude haber continuado mi cauce, dejarme llegar, o como a veces solía pensar "yo no haré nada dejaré que las cosas fluyan y si ha de ser será",  estaba equivocada. Porque hoy decidí y salí a buscar otro río, y lo encontré.